La naturaleza continua siendo blanco de los intereses y la explotación por y para los ricos. El crecimiento de laberintos de cemento no se detendrá. Llegarán mas restaurantes, mas hoteles lujosos. Se levantaran mas monumentos y se transformarán lugares hermosos en parques de diversión para adultos. Todo en nombre del desarrollo económico, del bienestar, del progreso. Pero, ¿el de quien?
Nada de esto es nuevo. Es una historia que se repite año tras año desde 1947 (Operación Manos a la Obra), y el resultado sigue siendo el mismo: mientras se expropia, se vende y se regala la tierra de Borikén a explotadores criollos y extranjeros, el Borikeño sigue siendo la hormiga que trabaja para mantener a la colonia.
¿Y que obtenemos a cambio? Privilegios, lujos y comodidades. ¿Realmente vale la pena seguir destruyendo la isla por tener cosas que ni siquiera necesitamos? ¿Como llegamos a esta obsesión por el consumo? Por tener todo lo que un anuncio de miles de dolares te dice que tienes que tener. Tener por tener, por tener para aparentar ser. ¿De verdad crees que eso es progreso? El que los espacios naturales se destruyan. El que los animales sean desplazados a lugares donde no pueden sobrevivir y eso cause la extinción de cientos de especies que a su vez juegan un papel en la supervivencia de otras cientos de especies y hasta de nosotros los humanos. Eso es lo que cuesta tu estilo de vida de consumo desmedido. De ‘consumo por que si, porque puedo’.
¿Ese es el futuro que deseas dejarle a tus descendientes? Una cultura de consumo sin sentido y un mundo semi-destruido?
La defensa de la naturaleza en cualquiera de sus formas debe SIEMPRE estar acompañada de una violenta campaña de anti-consumo. El consumismo no solo es la raíz de la contaminación y la destrucción de la naturaleza, si no de la contaminación de la mente del hombre.
Si empezáramos individual y colectivamente a independizarnos de las corporaciones produciendo no solo nuestra comida, si no todo lo que necesitamos para sobrevivir sucedería el cambio mas radical no solo por la reducción de la basura y la contaminación si no en la economía. Sería un golpe a las megacorporaciones extranjeras y daría oportunidad a que la producción de los artículos que si son necesarios en nuestra vida pase a manos de la comunidad.
Eso sería el principio de revertir el daño que hemos estado haciendo a la tierra durante todos estos años, y si fuese muy tarde para eso nos ayudaría a sobrevivir un futuro colapso ecológico o social. Recuperaríamos los conocimientos y habilidades que perdimos cuando cambiamos la cultura real por la del consumo. Recuperaríamos nuestra autonomía; comenzaríamos a ser verdaderamente libres.
La lucha por la descolonización tiene que ir de la mano con la conservación de nuestro hábitat natural y eso significa abandonar muchas de las cosas a las que estamos acostumbrados. De lo contrario nuestros descendientes se encontrarán en la peor situación que haya atravesado la humanidad y todo por culpa de nuestra ceguera e irresponsabilidad.
No existe semejante cosa como ‘ambientalismo’. Eso es un término que tapa la realidad: el ‘ambiente’ es nuestra verdadera y única casa. Es lo que nos permite existir y lo que realmente debemos proteger.